¿Por qué me hablo tan mal?
No te voy a hablar ni de amor propio ni los tiempos que corren de pandemia.
Cuando hablo de autocompasión hablo de algo mucho más elaborado y funcional que la banalidad del término amor propio. Está trilladísimo, y es más, que lo intenten meter por embudo, no es precisamente un amor de práctica.
La autocompasión trata de cómo aceptamos que no somos perfectos, que erramos y que en ocasiones actuamos mal. Como aquella vez que pagaste tu frustración con tu pareja.
La clave reside ahí, en la aceptación. La aceptación como fortaleza psicológica es clave para muchas situaciones de nuestras vidas, tanto en el día a día como en etapas más vitales. Esta aceptación se practica desde la responsabilidad, desde el cuidado y el cultivo de nuestra persona. Tener en equilibrio la aceptación, como buen recurso psicológico para afrontar nuestras circunstancias, promueve esta autocompasión. Porque si bien a veces es más doloroso retener que aceptar el dejar ir, tampoco podemos actuar de manera pasiva aceptando todo lo que acontece sin intervenir en ningún momento.
Es más, te diré que para fomentar la autocompasión, una de las cosas que debemos aceptar es que no estamos solos en este mundo y que dependemos del entorno. No hay más. Desde los inicios del conductismo con Watson ya pudimos afirmar que los seres humanos somos sociales por naturaleza y tenemos esa necesidad de estar con nuestros semejantes, siguiendo la línea de Aristóteles y su teoría de las agrupaciones, concibiendo a la familia como una unidad básica de supervivencia para el sujeto.
Necesitas que tu pareja, amigos y familiares, o personas allegadas te apoyen, escuchen y atiendan. Y no hay nada de erróneo o invalidante en ello. La independencia no es sinónimo de individualismo. Cuando hablamos de que dependemos de los demás, en cuanto a que nos movemos en un contexto específico, no estamos afirmando que no tenemos autonomía como para hacer, crear y construir. Al contrario. Sabemos que esta autonomía parte de aceptar que no disponemos de todos los recursos habidos y por haber como para poder desempeñar cualquier tipo de tarea.
Como lo señala Hanh en 2009, “No existe un sí mismo separado que pueda vivir por sí mismo, tú no puedes existir sin tus padres, tus ancestros, comida, agua, aire, tierra”.
Aunque la idea de los ancestros a título personal no me gusta mucho, ya que puede pecar de fanatismo y de cómo las religiones se han apropiado de valores, comprendo la base de donde parte esa afirmación. Autocompasión es humanidad. Tus padres quisieron tenerte en un acto de crecimiento personal. Intentamos que los elementos que nos permiten vivir prosperen, protegemos a los más pequeños, a lo más mayores. A los que no disponen de más arsenal para desenvolverse en su día a día, igual que lo han hecho con nosotros cuando nacemos. Incluso al nacer, no lo hacemos solos. Nos asisten.
La autocompasión es la fusión de la bondad, la conciencia y la humanidad. ¿Queréis otro apunte? Aquí os dejo lo que dicen Gilbert y Procter (2006):
“las personas autocompasivas son genuinamente conscientes de su propio bienestar y son sensibles y empáticos ante el malestar de los demás, pudiendo ser tolerantes con el malestar sin caer en la autocrítica y en el enjuiciamiento, comprendiendo las causas de este malestar y tratándose a sí mismos con calidez.”
Si bien una balanza completamente equilibrada no existe, la pretensión de esta práctica es la de no huir de la experiencia pero tampoco sumergirnos de lleno en la sobre-identificación de sentimientos, emociones y sensaciones a groso modo. La autocompasión lleva a la calma, al sosiego, a la quietud. De esta forma, logramos adoptar un modo de comunicación intrapersonal con afecto, cariño, respeto y responsabilidad. Porque, si no te has dado cuenta ya, la autocompasión no es sentir lástima de uno mismo.
Cuando sentimos compasión por nosotros mismos, gestionamos nuestras emociones desde una postura proactiva. De querer solucionar, modificar, cambiar, comunicar, o cualquier otro tipo de acción hacia o con los demás, o hacia nosotros mismos. No es fácil adoptar esta postura tan saludable para nuestra estabilidad psicológica, pues vivimos bajo la sombra de un sistema donde nos camuflan de motivación y desarrollo personal el castigo constate de nuestra vulnerabilidad y fragilidad.
Porque si bien nuestra persona no se resume o su 100% no trata de vulnerabilidad, tampoco lo es con la fortaleza. Y es cuando empiezas a desarrollar esta postura comunicativa y de cuidado hacia uno mismo, cuando empiezas a darte cuenta de muchas cosas.
Para terminar, quiero dejar una cita de Neff, que en el 2012, dice:
“La motivación de la auto-compasión emerge del amor, mientras que la motivación del auto-criticismo emerge del miedo”
Y todos sabemos, hemos experimentado, o estamos en ello, que vivir con miedo, o peor, desde el miedo, es lo peor para nuestra experiencia en este mundo.
Las cosas con amor, dedicación, implicación y respeto, son más beneficiosas que las que obtenemos desde la envidia, el odio y el miedo.
¿Quieres dejar de hablarte mal? Practica la autocompasión.
2 Responses
Yo soy uno de los que necesitaba leer esto hoy. Llevo unas semanas un poco agobiado, un poco emotivo. Con cambios que considero buenos en mi vida, pero que me dan muchísimo miedo. A cada paso que doy veo cómo el miedo me dice que me preocupe por esto y lo otro, que no voy a aguantar bien esa situación. Al final me planté, lloré un poco del agobio y me di permiso para desahogarme y tenerme paciencia.
Como siempre, me gustan mucho los temas que tratas. Hoy te escribo porque me llegó especialmente este tema, sobre todo la parte final sobre vivir desde el miedo. Un buen recordatorio también de que tenemos que tratarnos con amor, respeto y paciencia, con mucha dedicación desde el cariño. En especial yo me lo aplicaré para tratar de afrontar mis miedos y disfrutar de las experiencias (saludables y beneficiosas para mi crecimiento personal) de las que me quiere privar. Gracias.
¡Hola Miguel!
Para mi es muy reconfortarte que mis palabras puedan rascar algo de vosotros para que tengáis una toma de conciencia desde la que recuperarse. Muchas gracias por tu comentario, me alegra que te gusten los temas que trato.
A tratarse con amor se aprende. Recuerda que estoy aquí para lo que necesites, como buen psicólogo 🙂
Un abrazo bien fuerte