Te explico en qué consiste un proceso psicológico terapeutico
Todo el mundo hemos ido al médico.
Cuando notamos algún tipo de dolor o molestia, sabemos que es una señal de que algo no anda bien. Y ante la duda, acudimos al profesional. ¿Me duele la cabeza? Al médico. ¿Tengo un resfriado? Al médico. ¿Me siento vacío y sin ninguna motivación por nada en la vida? Al psicólogo.
No, espera, “que eso es de locos”.
2021 y seguimos así. Ni siquiera todo lo que acarreó la irrupción del covid19 en nuestras vidas y las actuales circunstancias socioeconómicas nos ha hecho visualizar la asistencia psicológica, ya no como algo fundamental para la estabilidad emocional y la salud mental de todos nosotros (incluidos los propios psicólogos), sino como algo común y necesario.
El estigma hacia los problemas de salud mental, la falsa creencia de que la psicología no es una ciencia y por ende no funciona, más el cliché de los profesionales como “comecocos”, la negación de nuestro propio estado anímico y el miedo a hablar sobre asuntos tan íntimo hacen el cóctel perfecto para que la asistencia al profesional de la salud mental, o de la estabilidad psicológica, sea muy escasa en comparación a la asistencia a otros profesionales de la salud, como médicos de atención primaria, fisioterapeutas, dermatólogos, y demás especialidades.
Gracias al esfuerzo de muchos, que estamos luchando por visibilizar y quitar el estigma de la asistencia al psicólogo, esto está cambiando. Lento, pero con paso firme. Este blog es otra muestra más de ello, de la motivación por normalizar la asistencia al psicólogo tanto si hay un problema importante, como si puede llegar a haberlo, o si queremos crecer y evolucionar como personas que somos. Reivindico así, junto a muchas otras compañeras y compañeros de profesión, así como profesiones que se coordinan con la nuestra, la lucha por una calidad de vida real donde el tratamiento psicológico forma parte de ella.
Por ello, vamos a ir paso a paso describiendo cómo trascurre un proceso psicoterapéutico, para que tengas una cierta idea de en qué consiste y, muy importante también, en qué no consiste. Ojo, no pretendo crearte una expectativa rígida e inflexible de todo esto, sería contraproducente para tu persona. La mejor actitud es la receptividad, pero de eso ya hablaremos después, ¡comencemos por el principio!
- ¿Tienes miedo? Vas bien
Es habitual que tengamos cierto recelo a asistir a un psicólogo, sobre todo si es la primera vez. El miedo es una emoción básica de supervivencia. En este caso, aunque es normal dudar de nosotros mismos y vivir este acercamiento con relativa ansiedad, tranquilidad.
En terapia no juzgamos (y si lo hacemos, pide la hoja de reclamaciones) ni echamos nada en cara, creamos un clima de confort y es un espacio seguro donde abordar todo aquello relevante a tu situación personal presente. Tu integridad no va a sufrir ningún tipo de daño. Sería de una muy mala praxis profesional hacer daño a un paciente, y más en el estado de vulnerabilidad en el que todos acuden (ya sea consciente o no, y en mayor o menor grado)
Tener el valor de dar el paso, tanto por iniciativa propia como por petición de un familiar, amigo o pareja, es algo muy importante de recordar. Tanto si lo haces con miedo como sin él, felicidades. No todo el mundo afronta este tipo de situaciones, y ya estás más cerca de resolverlas.
2. Cada paciente tiene a su psicólogo y cada psicólogo tiene su público
Seguro que hay personas en tu día a día con las que no encajas. Y no es necesario que haya conflictos para no tener una relación fluida. Pues en terapia pasa lo mismo. Por el motivo que sea, hay veces que no encajamos bien ese vínculo psicólogo-paciente. No se debe a la falta de profesionalidad o implicación del profesional, así como tampoco se debe a una mala actitud o falta de responsabilidad por parte del paciente. Hay formas de comunicarse, de abordar el caso, o de desenvolverse en consulta que no se adaptan mucho a nuestra persona. Y eso está bien.
Está bien porque significa que ese terapeuta tiene un público distinto y que hay muchos otros con los que sí puedes entablar un buen vínculo terapéutico para avanzar e ir analizando qué es lo que te ha traído a consulta.
3. No todos trabajamos igual
Es muy fácil imaginarnos un diván y a un señor mayor de pelo canoso con gafas anotando cosas. Bueno, déjame decirte que en la actualidad, al menos en España, no es lo más común. Lo del diván, claro, ¡los psicólogos podemos tener cualquier edad y apariencia que deseemos!
Hay diferentes escuelas, métodos y técnicas. Actualmente se trabaja con la corriente cognitivo-conductual. Significa que abordamos el pensamiento humano y su reflejo en las acciones que hacemos en nuestro día a día, y cómo todo esto se retroalimenta (un círculo vicioso, como un hamnster en su rueda sin saber cómo salir). Las personas tenemos una serie de creencias y actitudes cuya función es interpretar el mudo que nos rodea, y a veces estas creencias nos pueden estar fastidiando más que ayudando. Por ello es muy importante conocer mediante distintas herramientas, como las entrevistas y los auto-registros, qué persona tenemos delante, cuáles han sido sus vivencias, los aprendizajes que ha adquirido, su entorno social, etc.
También están entrando con fuerza desde hace poquito, técnicas como el mindfulness, la terapia de aceptación y compromiso, o la fusión de la corriente cognitivo-conductual con la psicología positiva. ¡Cuidado! Estas técnicas deben ser complementos a una formación reglada como psicólogo. Por si solas pueden aportar en según qué casos, pero no es lo más indicado.
Y por si acaso. Usar piedras, reiki, PNL y demás historias, no va con nosotros. Que no te engañen.
4. ¿Tu psicólogo te dice que te va a sanar? Búscate a uno de verdad
Nosotros no hablamos en términos de sanación. Es más, nosotros acompañamos y guiamos en el proceso dando herramientas y recursos, para que en un futuro cercano, no necesites nuestra asistencia y tengas la autonomía y la autosuficiencia necesaria para poder afrontar tu vida de la mejor manera posible. Y esa manera es tuya y de nadie más. Los cambios a medio y largo plazo perduran más en el tiempo que a corto plazo.
También nos encargamos de puntualizar y señalar aspectos de tu día a día así como de vivencias anteriores que puedes relatar en consulta. A veces se nos escapan ciertos matices debido a estas creencias (entre muchas otras variables) que conforman la persona que somos, y por ello debemos estar atentos para facilitarte esa toma de consciencia.
5. Recuerda: es un proceso
Date tiempo a ti y a la terapia, confía en el profesional (no ciegamente, por supuesto). Esto de “pues yo fui al psicólogo una vez y no veas lo que me dijo el colega, ¡que si yo soy causante de mi situación! ¡una y no más!” es muy habitual. Y aquí veo dos errores.
Primero, dudo mucho que el psicólogo le haya dicho eso en una primera toma de contacto. Y segundo, ¿Qué esperas con una sola sesión?
Cada persona tiene su proceso y el trayecto recorrido es distinto. A veces vamos con las ideas muy claras y salimos de consulta hecho un lío (como un ovillo de lana desecho), y no es para menos. Las expectativas nos pueden pasar factura. A mí me gusta mucho usar como metáfora una ruta de senderismo. Puedes encontrarte cosas que no identificaste cuando la planeaste, ya sean caminos cortados, más empinados, o nuevas cuestas hasta llegar al lugar en el que poner tu banderita, que no necesariamente tiene que ser la cima, sino ese sitio donde tú te encuentras realmente bien y con capacidad resolutiva. También te diré, esas cosas que no planeaste y te vas encontrando, ¡también pueden ser muy buenas! ¿Quién te dice a ti que no te puedes encontrar con un escalador que se convierta en un amigo? ¡o incluso un nuevo paraje que disfrutar ya sea contigo mismo o en compañía!
Lo que si te aseguro es que las vistas no van a ser las de antes. Tu perspectiva va a alcanzar un nuevo nivel. Y créeme, que aunque pueda dar vértigo al principio, la perspectiva que adquieres es muy beneficiosa
6. Actitud y receptividad
Frecuentemente, vamos con la idea de que jamás experimentaremos este malestar que nos ha traído a terapia, y no es la mejor actitud. Te explico por qué.
En muchas ocasiones, dicho malestar volverá. Pero esta vez, lo vivirás con menor intensidad y con menor frecuencia, sin limitar tu día a día. Así que ese malestar en específico, no, no volverá, pero no pretendamos no sentir emociones desagradables como la tristeza o la ira, ni vivir experiencias que den como resultado ese estado psicológico. Lo bueno es que vas a tener la capacidad suficiente de gestionar los acontecimientos tanto externos (una ruptura de pareja, un despido, la muerte de un ser querido…) como internos (sentimiento de vacío, soledad, angustia, envidia, comparaciones con otros…)
Y por último, los psicólogos somos como la DGT emocional. No podemos vivir por ti. De nada sirve facilitar información, dar herramientas y recursos, si no pones de tu parte. Tú vas a ser quien cambie tu situación con nuestra ayuda y guía, no nosotros. Nosotros no somos amigos, ni “entrenadores emocionales”, somos psicólogos, y ahí reside nuestra valía y nuestra legitimidad profesional. Y por muchos que sepamos y por mucha capacidad que tengamos para acceder a ti, si no hay colaboración, no hay progreso. Y si no hay progreso, no hay solución al malestar. Así que ya sabes, ¡te toca hacer los deberes!
Vive el proceso, implícate, y disfruta del trayecto.
Sin comentarios aún